Desde principios de año me dije:

“Necesito empezar a escribir todos los días.”

Pero apenas lo intenté, aparecieron las excusas:

“No sé qué escribir. No sé cómo empezar.”

Perfeccionismo. Parálisis.

Lo de siempre.

Entonces decidí hacerme un favor: ponérmelo fácil.

Empecé a crear un banco de ideas.

Anoté frases, pensamientos, imágenes…

miguitas de pan para que mi yo del futuro no se pierda en los días difíciles.

Pequeñas señales dejadas por mi yo del pasado,

para ayudar al yo bloqueado del presente.

Hoy, cuando me siento a escribir, ya no peleo con la hoja en blanco.

Me pasa algo mucho mejor: las ideas hacen fila,

como el tráfico en el downtown de Miami.

Antes no aparecía ninguna;

ahora quieren salir todas juntas, tocando bocina,

desesperadas por abrirse camino.

Recuerdos, reflexiones, anécdotas, aprendizajes…

todo quiere salir a la vez.

Y entiendo que no fue magia.

Fue estrategia emocional.

Fue confiar en que ponérmelo fácil no era debilidad:

era prepararme para florecer.

Hoy me celebro por eso.

Porque la disciplina también puede tener la ternura

de quien sabe esperar, acompañarse…

y hacerse el camino amable.

“La ternura también es una forma de disciplina:

la de quien no se rinde,

solo se cuida mientras avanza.”

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